Durante muchos años soñé con hacer este viaje. Por diversas razones lo fui aplazando, hasta que finalmente, en el verano, de 1998, pude ir a Israel y Cisjordania.
Era aquél un período de calma aparente, situado entre la finalización de la primera Intifada y el estallido de la segunda. Con todo, las tensiones intercomunitarias entre israelíes y palestinos, y en sentido más amplio, entre judíos y árabes, eran evidentes. Además, el relativamente reciente asesinato del ex primer ministroYtzak Rabin había mostrado al mundo que la propia sociedad israelí comenzaba a su vez a dividirse.
Faltaban aún tres años para el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, pero en Oriente Próximo los datos del problema estaban sobre la mesa.