Como todo otro animal con cierta tendencia a la migración, el ser humano necesita identificar una serie de espacios que le faciliten acogida en sus desplazamientos por la superficie terrestre. En esos espacios, cuando se han encontrado, se recuperan fuerzas, se sueña y se prepara el siguiente salto, desde la confortabilidad que proporciona pisar un terreno donde nos sentimos seguros, y sobre todo, “a gusto”.
Los motivos que hacen que nos sintamos a gusto en un lugar determinado pueden ser uno solo y muy simple o muchos y complejos. Independientemente de esa circunstancia, “sentirse a gusto” en un sitio es la garantía de que, con casi total seguridad y si ello está en nuestras manos, más pronto o más tarde retornaremos a él.
A veces esos sitios de paso son elegidos conscientemente, y en otras ocasiones son obligados. En uno u otro caso, al hacerlos nuestros les despojamos de cualquier otra connotación, incluso de las que pueda tener para otras personas: un hotel en el que solemos recalar porque nos gusta especialmente puede ser un lugar inhóspito para otros, por ejemplo.
Al cabo, la experiencia vital de cada cual es, en última instancia, lo que cuenta.
Aquí hay expuestas, pues, algunas experiencias vitales personales relacionadas con espacios naturales o creados por el hombre; lugares que considero refugios particulares, sitios de paso donde me siento a gusto.