Un restaurante de los años de la bohemia a la francesa, época en que fue el centro de reunión de una generación de artistas irrepetibles. Un siglo después mantiene su carácter y sabor popular, colorista y desenfadado como un cuadro de Toulouse-Lautrec.
Por estas mismas calendas regresa a Barcelona, procedente de París, un camarero que había trabajado en Le Chat Noir (…).
El tal camarero regresado de la emigración se llamaba Pere Romeu (…) Probablemente, rememorando el café parisino Le Chat Noir, Pere Romeu va a bautizar su taberna con el nombre de Els Quatre Gats. También puede ser que el nombre se lo sugirió el temor a que allí no iba a haber más que cuatro gatos, es decir una clientela poco numerosa.
Curiosidades y leyendas de Barcelona, de José María de Mena