Unos días pasados en Madrid me confirman algunas cosas que he pensado siempre sobre esa ciudad, y al tiempo, me sorprenden con algunas gratas novedades.
En Madrid la gente sigue siendo tan amable y acogedora como siempre. Basta conque el forastero ponga cara de despistado en un cruce de calles cualquiera, para que alguna persona –en general, más bien entrada en años- se acerque rápidamente a ofrecerle su ayuda. En honor a la verdad, hay que decir que eso ocurre principalmente en los barrios populares, pero tampoco es raro en los barrios más burgueses. Cuando uno viene de una ciudad tan hosca en ese aspecto como lo es Barcelona, éste es un detalle que se agradece especialmente.
Por lo demás, cierto estilo hedonista y un buen gusto
artístico generales han sido recuperados rápidamente una vez desaparecido el sofocante tufo frailuno que el sector de extrema derecha del Partido Popular impuso a la ciudad desde el Ayuntamiento; en apenas año y medio, la «derecha civilizada» ha devuelto a la capital una atmósfera cosmopolita y a la vez local, limpia de adherencias fascistoides y clericales. El paisaje urbano madrileño ha recuperado brillo y se ha liberado, entre otras cosas menos visibles, de buena parte de las zanjas que acuchillaban sus calles, de las Vírgenes de cemento sembradas en sus esquinas, y de paseantes disfrazados de castizos zarzueleros. Madrid en 2004 luce espléndido otra vez, como diría un latinoamericano.
Este otoño además Madrid alberga de nuevo exposiciones de gran nivel. La última vez que estuve allí, hace unos cuatro o cinco años, la estrella de las exposiciones en aquél Madrid oficial, reaccionario y
meapilas como nunca, era una cosa llamada «Los tapices de devoción de los monarcas españoles», en el Palacio Real. Hoy, en ese mismo Palacio Real, puede verse una muy interesante exposición sobre joyas de la India del período mogol, mientras que en el Museo Thyssen hay una gran exposición sobre Paul Gaugin, y en el Museo del Prado la que probablemente es la más importante exposición de este otoño en Europa: el retrato en la pintura española, de El Greco a Picasso.
Un centro urbano bastante limpio y en general cuidado, la recuperación de barrios populares (como el cada día más delicioso La Latina), y una propuesta gastronómica y de ocio de calidad y a precios muy razonables, son también argumentos del por qué Madrid está ganando un turismo popular, formado básicamente por parejas y familias europeas de mediana edad, con cierto poder adquisitivo y ganas de disfrutar de la amplia oferta cultural y de esparcimiento que presenta la ciudad. Así, Madrid, sin hacer mucho ruido, está logrando adelantar a otras ciudades, Barcelona entre ellas, que hasta hace poco se consideraban vanguardia en estos asuntos.