La Ruta de la Seda se iniciaba en Xian, la ciudad más antigua de China y varias veces capital del país a lo largo de tres mil años de historia. Desde la puerta Oeste de su muralla partían las caravanas que comenzaban el largo viaje hacia a Occidente, no sin antes haber pedido la protección celestial en la cercana Gran Pagoda de la Oca.
La fusión de culturas imperante en esta ciudad, originada por el contacto entre gentes de muy diversa procedencia, tiene ejemplos notorios como la Gran Mezquita, conjunto de edificios de uso religioso enclavado en el Barrio Musulmán, cuya arquitectura integra de manera singular elementos musulmanes y chinos.
Siempre hacia el oeste, la Ruta llegaba a la ciudad de Lanzhou, para internarse luego en la actual provincia de Xinkiang, el país de los uigures, musulmanes chinos, teniendo que atravesar el desierto de Taklamakan, considerado el segundo océano de arena del mundo y quizá el más terrible de todos.
Después de dejar atrás Urumqi, la Ruta llegaba a la frontera con Kirguizistán cerca de Kashgar, la ciudad china situada más a occidente y puerta de este país al Asia Central. Desde hace cientos de años, el mercado de Kashgar es famoso por atraer todos los domingos a decenas de miles de personas, provenientes a veces de regiones muy lejanas.