La ruta de la seda

En los mapas escolares chinos, Asia ocupa todo el espacio central del mundo. En un extremo, casi imperceptible, se ve un apéndice diminuto y remoto llamado Europa.Hubo un tiempo, que en realidad duró milenios, en el que mientras Europa estaba sumida en las tinieblas, las civilizaciones asiáticas irradiaban tan poderosamente que su influencia era capaz de llegar hasta aquella pequeña y lejana península. Para los europeos de entonces, Oriente era sinónimo de riqueza y sabiduría.

Al delgado hilo que a través de miles de kilómetros unía esos dos mundos se le llamó la Ruta de la Seda, por ser éste el principal artículo que circulaba por ella, aunque desde luego fueran muchos más los productos materiales y espirituales que llegaron a Europa a través suyo.

A partir de 1999, he tenido la suerte de recorrer algunos de los caminos de la Ruta en Asia Central y conocer los puntos de origen y final de esta vía: Xian, en China, y Estambul, en la Turquía europea, respectivamente.

El reto pendiente es recorrerla entera de principio a fin, como hacían los viajeros y mercaderes chinos, o bien en sentido inverso, el propio de los que partían desde Occidente. Pero eso sólo será posible cuando la geopolítica lo permita, y los dioses viejos o nuevos vuelvan a ser amables y protectores con los humanos.

 

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