La psicología de Edward Hopper se proyecta en un muy articulado discurso acerca del espacio y los usos que de él hacemos. En sus cuadros, el dormitorio de casa, el cubículo de la oficina, el vestíbulo de un cine….tienen siempre impresa la huella de la presencia humana, aunque quien la dejó esté ausente físicamente de la escena captada.
Cuando Hopper nos muestra al hombre o a la mujer atrapados entre esas paredes, lo hace sorprendiéndoles en la realización de actos tan cotidianos como descansar en una silla, mirar por la ventana u ordenar unos papeles.
Nada excepcional hay en esas situaciones, y sin embargo la capacidad de penetración psicológica de Hopper nos permite leer vidas ajenas de un solo golpe de vista.