En Hopper la ciudad queda caracterizada en sus espacios públicos y en los tipos humanos que la pueblan: una esquina, un trozo de pared y otro de pavimento, el escaparate de un comercio corriente, unos noctámbulos apurando la noche, un viejo dejando pasar la tarde del domingo…
Escenas mínimas en las que aparentemente no pasa nada, pero a las que sin embargo, a poco que las observemos, descubrimos dotadas de delicadas complejidades.