Pocos pintores contemporáneos han expresado con la fuerza de Edward Hopper la función social del arte en tanto que documento de una época y sus circunstancias. En la obra de Hopper la sociedad de su tiempo se hace carne, y las personas que la habitan tan reales que uno cree poder conocer sus pensamientos. Y todo ello sin discursos ideológicos ni grandilocuencias vanas.