Colón tenía prisa por zarpar. Estaba convencido de poder ir y volver a América antes de que acabara el plazo de tiempo fijado para que la orden de expulsión fuera efectiva. El Edicto de Expulsión fue firmado por los Reyes Católicos en Granada el 31 de marzo de 1492…. es decir, justo diecisiete días antes de que Colón aceptara firmar las Capitulaciones de Santa Fé (se entiende así porqué Colón y Santángel cedieron tanto: tenían urgencia por conseguir el permiso y la colaboración real una vez firmado el Edicto de Expulsión). El Edicto concede a los judíos españoles hasta el 31 de julio de ese año para poder partir sin que les molesten; se dice textualmente en él que “Por la presente autorizamos y permitimos a estos judíos y judías llevarse fuera de Nuestros reinos y dominios su propiedad y bienes, por mar o tierra”. En la práctica, la mayoría tendrán que malvender sus propiedades.
En el puerto de Palos de Moguer, situado en la actual provincia de Huelva y cerca de la frontera portuguesa, Colón, ayudado por los hermanos Pinzón, recluta a la mayoría de la tripulación para los tres barcos de los que dispone: una carabela, rebautizada como Santa María, y dos barcos más pequeños, las naos Pinta y Niña. El tiempo corre y, al parecer, diversas circunstancias retrasaron la partida. La tripulación estará integrada finalmente por una mayoría de judíos y judeoconversos. La fecha en que zarpó la pequeña flota fue el 3 de agosto de 1492, es decir… ¡tan solo tres días después de la finalización del plazo para la salida de los judíos de España!. En realidad, Colón hubiera deseado con toda
seguridad haberse hecho a la mar más rápidamente para poder estar de vuelta antes del 31 de agosto; no sabemos qué se lo impidió, pero habida cuenta de las tensiones previas, no es descabellado pensar que alguien hizo todo lo posible para retrasar la partida y que ésta tuviera lugar después de la fecha fatídica del 31 de agosto.
Las circunstancias de la navegación durante el primer viaje están más o menos reflejadas en el Diario de a Bordo de Colón, aunque naturalmente el texto ha sido retocado y manipulado en las sucesivas ediciones habidas a lo largo de quinientos años. Parece que el propio Colón lo redactó de manera no demasiado fiel con la realidad de los hechos que acaecieron; está probado por ejemplo que durante todo el viaje llevó una
doble contabilidad de las distancias diarias cubiertas, referida una a la distancia real cubierta y la otra a la que deberían haber navegado de seguir estrictamente su plan de navegación original, aquel que le habría llevado derecho al continente americano.
Después de tocar tierra en Canarias, Colón puso rumbo directo hacia la costa brasileña, destino auténtico del viaje, pero en algún punto del Atlántico medio las corrientes marinas atraparon los barcos en su bucle de retorno a América y los desviaron hacia el Caribe. Durante ese viaje errático, sólo la autoridad de los Pinzones parece haber salvado a Colón de más de un intento de motín a bordo, que de haber triunfado es seguro que le hubiera costado la vida y puesto fin a la aventura. A medida que crecía el descontento de los marineros, Colón se iba reconcentrando más en sí mismo; o quizá fue al revés, a medida que Colón se encerraba en sí mismo al darse cuenta de que estaba fracasando, mayor era la inquietud entre los marineros.
Finalmente avistaron la isla Guanahaní, en las Bahamas, en la que fondearon y desembarcaron. Era el 12 de octubre de 1492. Posteriormente los barcos de Colón, en su deambular por el Caribe, se encontrarán con Cuba y Santo Domingo, a las que el Almirante, obsequioso con sus reales patrones, bautizará como Isabela y La Española, respectivamente. Ese orden en el descubrimiento de las islas nos indica que Colón estaba
intentando recuperar el rumbo sur. Podemos imaginar un Colón desesperado. En lugar de la Tierra Prometida, está rodeado de mar por todas partes, y lo que encuentra a su paso es un rosario de islas en vez de tierra continental. Contra lo que suele decirse, los primeros contactos con los indígenas no fueron para saber donde había oro sino por dónde se iba al Gran Río, el que debía remontarse para llegar al Paraíso buscado….es decir, cómo llegar a la boca del Amazonas para adentrarse en Brasil navegando.
Los indios no pueden ayudarle mucho, naturalmente, pues solo conocen las islas cercanas y nada saben de esa gran tierra que busca Colón; la ironía es que esos indios son caribes, es decir descendientes de indios llegados a las islas caribeñas…..desde Brasil precisamente. Sus antepasados habían emprendido migraciones por mar, y sus canoas habían sido atrapadas por las corrientes marinas que cientos de años más tarde llevaron a Colón a los mismos parajes isleños adonde llegaron ellos.