Oficialmente, se sabe muy poco del Colón anterior a sus tratos con los Reyes Católicos. Las referencias biográficas sobre su infancia y juventud son escasísimas y poco de fiar, y solo tendríamos algunas pocas y oscuras relacionadas con su madurez, hasta que su acceso a la corte de los monarcas españoles le convirtieron en una figura pública.
Parece que el propio Colón se preocupó concienzudamente de borrar sus huellas. No se conserva su partida de nacimiento, ni documentos de su puño y letra o relacionados con él (cartas personales, documentos bancarios, etc) anteriores a la última década del siglo XV, cuando ya está inmerso en la aventura del Descubrimiento. Tampoco existe un solo retrato que le tomara directamente como modelo, y ninguno de los que nos han llegado es contemporáneo suyo; sin embargo, llama la atención los rasgos semíticos que la mayoría de esas pinturas le atribuyen.
Según diversas fuentes, incluidas las académicamente aceptadas, Colón se embarcó muy joven y navegó por el Mediterráneo y el Atlántico como comerciante y pirata bajo diversas banderas. Adquirió así gran experiencia como marino, convirtiéndose en un consumado piloto, y conoció gente de mar de todas partes.
El Colón de la historia oficial arranca de un naufragio frente a las costas de Portugal, donde su barco fue echado a pique durante un combate naval y él tuvo que ganar la costa a nado. A continuación aparece Colón malviviendo en Lisboa, que en esos años era el origen de las rutas de navegación hacia la India y hacia el Atlántico. Colón vive semioculto, lo que se explica dada su condición de pirata y de converso. En Portugal se casa por vez primera, y lo hace con una judeoconversa. Curiosamente, el Colón que vive en la semiclandestinidad aparece de repente en la Corte proponiéndole al rey portugués una ruta hacia las Indias que atravesaría el Atlántico casi en línea recta, en vez de ir costeando por Africa y cruzar luego el Ïndico como
se hacia entonces. Y aún es más curioso que el rey portugués en vez de hacer que le cuelguen de una horca, le escuche, negocie con él y al no ponerse de acuerdo, le despida finalmente de manera amistosa.
¿Quién protegía a Colón y le introdujo en la Corte portuguesa? ¿Quién consiguió audiencia real para un pirata extranjero, sin bienes de ninguna clase y que además era un cristiano dudoso? Obviamente, los únicos que podían simpatizar con él en semejantes circunstancias: el entorno de judíos y judeoconversos cortesanos lisboetas, muy influyentes en los sectores dirigentes del país en esa época.
De Portugal, Colón se va a la Corte de Francia. ¿Porqué va a París?. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que en Francia no le hacen ningún caso. Es natural: en la Corte francesa Colón no tiene quien le avale ni le presente, pues en esa época los judíos carecen de influencia allí.
Colón decide volver a casa. Regresa al reino de Aragón, y probablemente pasa algún tiempo en Barcelona. De Barcelona marcha a Zaragoza, donde en ese momento estaba la Corte de la Corona Catalano-Aragonesa y residía el rey Fernando Trastamara (Ferran para los catalanes, Hernan para los aragoneses), a quien llamarían más tarde El Católico. Fernando se había casado con Ysabel de Castilla, la posterior Isabel La Católica. Era un matrimonio de conveniencia, una unión dinástica -no de Estados, que siguieron diferenciados- motivada por los delicados equilibrios propios de la política medieval en la Península Ibérica y la necesidad de apoyo mutuo frente a Francia y Portugal. Cada uno de los reyes siguió gobernando los Estados asociados a su Corona: Fernando en Catalunya y Aragón (más Valencia, Mallorca, Sicilia, Nápoles, Cerdeña y Córcega), e Isabel en Castilla y León. Fernando vivía en Zaragoza e Isabel en Burgos.
¿Porqué va Colón a Zaragoza? Tras sus viajes a Lisboa y París, parece obvio que Colón tiene un proyecto –no un sueño- y está dispuesto a ofrecerlo a quien pueda y quiera hacerlo realidad. El proyecto de Colón nace de la
certeza en la existencia de una tierra inmensa, rica y despoblada al otro lado del Atlántico. Colón tiene cartas de navegación más o menos secretas y relatos de navegantes que certifican su existencia. Y tiene, sobre todo, un argumento definitivo, aunque por razones lógicas no pueda echar mano de él cuando explica su proyecto: él ya ha estado allí, sabe como ir y sabe como regresar.
Pero necesita quien le financie el viaje y la colonización y explotación de ese continente nuevo. Probablemente por eso sus amigos judeoconversos de Barcelona le envían a Zaragoza: para que hable con el hombre que puede hacer realidad su proyecto. Se trata de un hombre que también tiene un proyecto, o mejor dicho en su caso, un sueño. Ese hombre se llama Luis De Santángel y es quizá el personaje más importante, más incluso que el propio Colón, en el descubrimiento colombino de América.